Nuestras dificultades se relacionan con nuestra historia de vida, nuestro carácter, nuestra personalidad… Pero no debe ser un condicionante para decir que somos así y no podemos hacer nada. Al contrario, tenemos la capacidad de transformarnos y crecer, paso a paso.
Si piensas que eres tú, entonces es que eres tú... ¿verdad? Nada más lejos de la realidad, somos la suma de nuestro carácter, la personalidad que vamos creando con los años y el contexto en el que vivimos, y por lo tanto, lo que nos sucede depende de muchos más factores. Aprender a tener una mirada más amable es un reto hermoso y que merece la pena pelear.
Vivimos en una cultura que no permite hablar fácilmente de varios temas, la muerte, los cambios de rol (ser madre o padre), de la sexualidad... Temas que forman parte de la vida y que si no los hablamos, no desaparecen, los tapamos y se pueden enquistar. Claro que puedes volver a ser la misma o el mismo, con cambios, con nuevos aprendizajes... Hablar sobre ello, ubicarlo en nuestra vida y darle sentido te ayudará a seguir adelante con una mirada más amable.
El tiempo no lo decidimos exactamente los terapéutas. Depende de diversos aspectos: La situación que trae la persona, la naturaleza del problema y la complejidad del mismo (no es lo mismo un proceso vital de cambio, que un trauma). Dependerá de los objetivos que se planteen en la terapia, del ritmo de cada persona y su compromiso (los cambios son responsabilidad de cada persona, la terapia no es magia, es un proceso que implica al paciente), la frecuencia de las sesiones, el vínculo entre la terapeuta y la persona... El asunto es empezar y tomárselo con calma, autodescubrimiento y responsabilidad.